La utilidad de la "no implicación"

Cuando propongo a mis interlocutores ejercer el desapego, es decir, mantener la realidad cotidian en una condición de desapego, ellos generalmente, muestran perplejidad. Si luego llegamos a una aclaración con respecto a su comportamiento, descubro un cierto temor basado en el miedo a perder el sabor de la vida o el miedo a volverse más egoístas de lo que ya son
El hombre moderno, continuamente comprometido en la búsqueda de la satisfacción, practica habitualmente la emoción, incluso como forma de nutrición, y la continua búsqueda de lo difrente, sin percatarse de que este camino no tiene fin. El camino de la emoción, si se gestiona mal, no conduce al silencio necesario para el libre disfrute de experiencias relacionadas con la vida interior.
El éxito de algunas herramientas modernas se pueden atribuir al apego imprudente del hombre hacia la emoción; pensemos, por ejemplo, en el uso que normalmente se hace de la televisión. Sería un medio y una invención respetable si se usara de una manera más equilibrada, sin embargo, en general, es dañino.
Espero que hayas notado lo rápido con que se proponen imágenes publicitarias, cambian cada cuatro o cinco segundos. ¿Te has preguntado alguna vez por qué? Obtenemos una respuesta a través del examen de dos parámetros: en el primero tomamos en consideración la relación coste / tiempo, y en el segundo, el tiempo que le lleva al cerebro para una lectura suficiente. Sobre este segundo criterio, he recopilado información de los técnicos del sector y concluí que en la moderna forma de hacer televisión, una imagen que dura más de cinco segundos, se considera larga y aburrida.
Te das cuenta de donde estamos yendo y a qué velocidad debemos alimentar continuamente nuestra mente? Personalmente creo que esto es, junto con la inseguridad para la supervivencia, una de las mayores causas de sufrir ansiedad, mencionadas hoy.
El hombre sufre tanto y siento que puedo decir que, muy pronto, podremos presenciar la propagación de problemas relacionados con las alucinaciones.
El apego a la emoción y a lo mental resalta cuánto el hombre de hoy vive en los sentidos y en el exterior y que poco en cambio, se dedica al conocimiento de sí mismo y de su vida interior. Esto podría no constituir un problema si los signos del malestar general no fueran siempre más evidentes.
Este artículo que he escrito quiere ofrecer un punto de partida para la recuperación de una actitud más saludable hacia los hechos de la vida a través de un adecuado desarrollo de la cualidad del desapego. En otras palabras, mi sugerencia quiere exhortaros a tomar un camino en el cual nos enriquecemos de cualidades de comportamiento más útiles y objetivas y con las cuales aprendemos a estar en las experiencias con todas las facultades adquiridas, sin implicación.
Para comprender mejor las ventajas que ofrece este camino, les cuento a mis alumnos una historia desagradable que también les propongo con la esperanza de que les lleve a una seria reflexión. Hace unos años, en un suburbio de Milán, una calle, recientemente terminada, resultó ser muy rápida y peligrosa debido a la falta de semáforos.
En algunos puntos se había equipado con pasos de peatones pero, sin embargo, los peatones a menudo se encontraban en serias dificultades para cruzarlo, por lo difícil que era para ellos calcular un cruce de la carrettera seguro.
Ocurrió que un día un coche atropelló de pleno a un niño, lo revolcó aplastándolo bajo las ruedas. Tres hombres presenciaron el accidente y reaccionaron de forma diferente: el primero huyó asustado, el segundo se desmayó y el tercero intentó intervenir tanto para ayudar al niño como al conductor en estado de shock.
La vida, en esa ocasión, procuró a un terapeuta una gran experiencia: reunió a los tres individuos que presenciaron el accidente, aunque en diferente momento, en el centro donde enseñaba y practicaba yoga. Ellos fueron a él en busca de ayuda para tratar de superar el trauma que el accidente les había producido.
Con el primer sujeto, el que se había escapado, el terapeuta tuvo que trabajar seriamente durante tres años ya que, junto con el trauma en sí, sufrió de un fuerte sentimiento de culpa que fue muy difícil de disolver. El segundo lo comprometió durante dos años: identificación instintiva en el accidente (era padre de un niño aproximadamente de la misma edad) lo había marcado profundamente.
Ese desmayo, puesto en su lugar por la naturaleza para salvaguardarlo, lo había protegido de un trauma tal vez irreversible, pero, al mismo tiempo, la impresión permaneció en su subconsciente, adquirió las características de un problema sin resolver. El personaje que menos precisó del terapeuta fue el tercero: unos meses fueron suficientes para liberarlo de las impresiones residuales que a veces lo turbaban.
Se descubrió que tenía una capacidad instintiva para no involucrarse.
Tal habilidad le había permitido permanecer en el objetivo real: a pesar de que él mismo tenía hijos, no se había identificado con el incidente. Por lo general, concluyo la historia, señalando como éste episodio demuestra que cuando no estás apegado eres más útil tanto para ti como para los demás. No solo el trauma de este caballero fue más ligero, sino que fue el único capaz de intervenir, brindar alivio y ayudar a los demás. Este, por tanto, es el camino a seguir.
Por otro lado, ¿te imaginas si un dentista se identificara con el dolor de su paciente? él seguramente no sería capaz de operar correctamente eligiendo el bien de su paciente.
En conclusión, insisto en que cultivar la no implicación, no significa perder sensibilidad, sino que puedes pulirla y ponerla al servicio de una visión más objetiva y consecuentemente real.
 
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